1940-1941
Óleo sobre lienzo, 64 x 79 cm Rotterdam, Museum Boymans van Beuningen, ant. Collection André Cauvin

Dalí - El rostro de la guerra

Pintado cuando el artista, que había abandonado Europa con Gala para escapar de la guerra, se hallaba seguro en Estados Unidos, podría parecer una de las imágenes más pavorosas de las representadas por el artista, pero esta fealdad, demasiado ostentosa, hace pensar más bien en las pesadillas del cine y resulta un poco amanerada. La guerra, generadora de muerte, alimenta la angustia de Dalí, pero tal vez es aquí el recuerdo de la Guerra Civil española el que le causa agitación; la que ha empezado a sacudir Europa no ha entrado aún en el momento peor y sus ecos llegan como de lejos, un poco amortiguados. La vida del artista transcurría relativamente tranquila entre Hampton Manor la acogedora residencia de su leal amiga Caresse Crosby, Nueva York y California. En 1941, Dalí desarrolló este mismo tema, ideando algunas secuencias de pesadilla en la película Moontide, que tendría como protagonista a Jean Gabin; las escenas inventadas por el artista no fueron aceptadas, sin embargo, porque los técnicos se negaron a producir los accesorios, para ellos demasiado horribles, que hubieran requerido. En el cuadro, la máscara de la muerte se destaca sobre un paisaje desértico, desoladamente vacío hasta el horizonte; las únicas presencias vivas son los gusanosreptiles que se deslizan amenazadores pero no encuentran objetos sobre los que lanzarse. La perspectiva verdaderamente cargada de angustia que contiene la figura es la multiplicación hasta el infinito del mal total representado por la guerra; los huecos de las órbitas y de la boca están ocupados por calaveras que, a su vez, contienen otras calaveras, hasta hacernos imaginar que la que miramos no es más que uno de los innumerables rostros de la guerra, contenida a su vez en una más grande. Es como una obsesión que se extendiera desde lo infinitamente grande hasta lo infinitamente pequeño. Las extrañas manchas claras, abajo a la derecha, no son otra cosa que la huella de la mano de Dalí.