Año 1909
Óleo sobre lienzo, 53 x 60 cm San Petersburgo, Museo Estatal del Ermitage

Picasso - Fábrica en Horta de Ebro

En el verano de 1909, Picasso se marchó con Fernande a Horta de Ebro (hoy Horta de Sant Joan), donde había estado, once años antes, en compañía de Pallarás. El periodo pasado en Horta fue uno de los más importantes y fecundos para su actividad artística; allí realizó Paisaje, donde el recuerdo de Cézanne es notablemente explícito, Casas en la colina en Horta de Ebro, Fábrica en Horta de Ebro y El depósito de agua de Horta de Ebro. Estos últimos sobre todo constituyen las primeras tentativas de Picasso en el cubismo analítico, que se distingue por el vuelco de la perspectiva y por el modelado con efectos de bajorrelieve.

En esta obra son las severas formas del pueblo las que sugieren una realidad sólida, ordenada y geométrica en la cual el artista trata de comprender el paisaje. Pero aquí, a diferencia de Casa en un jardín, las estructuras geométricas y escuadradas se enriquecen con un nuevo elemento: la luz, que parece desmaterializar cada vez más los cuerpos sólidos hasta volverlos transparentes.

Picasso busca ahora, en perfecta coherencia con la tradición francesa, la máxima luminosidad mediante la infinita gama ofrecida por uno o como mucho dos colores. Sin abandonar su característica monocromía, representa la luz mediante los tonos mediterráneos que le sugiere Horta de Ebro. Las formas y los elementos arquitectónicos que constituyen la fábrica parecen cristalizados. Los diferentes cuerpos del edificios se unen en una forma compacta y angulosa con las montañas de detrás, en una unidad que confunde.

Torres, chimeneas y palmeras apenas se distinguen en un concierto de cubos toscamente tallados. Este cuadro, junto con Mesa con pan y frutero y Mujer con abanico, es una de las obras más representativas de este proceso constructivo, que trata de investigar la dramatización de la escena pictórica con una presentación más plástica.