Año 1889
Óleo sobre lienzo, 65 x 54 cm París, Musée d'Orsay

Vincent van Gogh - Autorretrato

Van Gogh pintó gran número de autorretratos en el curso de su breve trayectoria artística, dejando una serie de imágenes de extraordinaria penetración psicológica. Su continuo recurso a sí mismo como modelo obedecía muchas veces a una razón práctica: la falta de personas dispuestas a posar para él, circunstancia que lo afligía y que a menudo lamentaba, dado que tenía el retrato por el género principal de la pintura.

Durante la permanencia en Saint-Rémy, meses en los cuales, tras uno de sus peores ataques de delirio, siguió pintando exclusivamente en el interior del manicomio, nacieron seis autorretratos. El parisiense es uno de los más intensos. El artista se representa de tres cuartos, vestido de una manera insólitamente cuidada y elegante. El cabello está peinado hacia atrás, dejando al descubierto la frente. La expresión del rostro es tensa, casi agresiva, y la mirada infunde cierto temor. Las cejas están contraídas y la boca se pliega ligeramente hacia abajo.

El retrato muestra a un hombre serio, concentrado; la ejecución material de la pintura realza el componente psicológico. Toda la obra está dominada por el color azul, que se refleja hasta en la piel del rostro, los labios, el cabello, bañando la figura en una luz irreal. La utilización del color con una función simbólica y el recurso a un pincelada "sensitiva" alcanzan un extremo en este lienzo. La chaqueta está pintada con signos ondulantes, que excavan la forma y son llevados a la máxima potencia en el fondo. Éste, completamente abstracto, está compuesto no sólo por ondas sino también por espirales y remolinos de color, de un fortísimo impacto psíquico. Transmiten una idea de permanente cólera interior y de continua angustia y hacen de este lienzo una de las imágenes que el artista ha producido de una manera