Año 1630
Óleo sobre lienzo, 223 x 290 cm Madrid, Museo del Prado

Diego Velázquez - La fragua de Vulcano

Esta pintura, ejecutada en el transcurso del año 1630 durante la estancia romana, parece revelar la influencia de Guido Reni y la estatuaria clásica. El rostro del joven dios Apolo es especialmente delicado: rubio, adolescente en su desnudez nacarada, cubierto a medias por un manto amarillo que, junto con la aureola de rayos de sol que le circunda el rostro, ilumina el ambiente de la fragua en penumbra.

Los elementos cálidos y luminosos están representados por un trozo de metal al rojo que Vulcano sujeta sobre el yunque y por la llama de la chimenea, que pone de manifiesto los cuerpos de los dos herreros, que contemplan con estupor al visitante y, al igual que el jefe y los compañeros, escuchan sus palabras, acompañadas de gestos levemente arrogantes.

El artista representa a este galante jovenzuelo comunicando al cojo Vulcano que su esposa, Venus, lo engaña con Marte, dios de la guerra, al cual están quizá destinadas las piezas de armadura que se están forjando en la fragua. En el boceto preparatorio para la figura de Apolo (Nueva York, colección particular), el perfil es aparentemente más dulce, la expresión más lánguida y sentimental. Los temas estudiados durante el período sevillano se ha enriquecido ahora con elementos estilísticos nuevos, gracias al encuentro con el arte italiano. Las tiras de las sandalias de Apolo, la jarrita de cerámica blanca con reflejos azulencos que está encima de la chimenea y el azul del cielo que se deja ver detrás de la puerta son las notas de color que animan esta composición, de aspecto por lo demás un poco "harinoso".