Año Hacia 1636
Óleo sobre lienzo, 144 x 134,8 cm Amsterdam, Rijksmuseum. Firmado "REMBRANDT" (¿apócrifa?)

Rembrandt - Niña y pavos muertos

Con respecto al repertorio temático de Rembrandt, este cuadro, que perteneció originariamente a una familia de Amsterdam, constituye una rara excepción.

Se trata de un cuadro de género, si bien resulta dificil adscribirlo a una modalidad precisa: difiere tanto del canon de la naturaleza muerta como del género de las escenas de cocina, que gozaron de gran éxito en la Holanda de siglo XVII. En un nítido encuadramiento formado por una ventana de piedra, una niña observa en actitud meditativa dos pavos muertos que dominan en primer plano. De los dos, uno está sobre una repisa y el otro está colgado por las patas de un gancho; completa la composición un cesto de fruta, semioculto por los cuerpos de los animales.

El pintor despliega gran habilidad en el tratamiento del plumaje de los pavos, describiendo los colores cambiantes y las distintas variedades de las plumas.

En las naturalezas muertas tradicionales, los elementos no son tan rigurosamente seleccionados sino multiplicados, diversificados y acumulados; además, no aparece nunca en ellas la figura humana. En las escenas de cocina holandesas, la naturaleza muerta sí se conjuga con la representación de personajes, pero éstos son habitualmente lozanas mozas y no niñas absortas. A los dos géneros citados se aproxima, no obstante, esta obra por su significado simbólico, legible en diversos niveles.

El tema del pavo puede considerarse ante todo como un himno a la belleza de la creación y por tanto del poder divino; no falta, sin embargo, una alusión a la vanidad de las cosas terrenas, inevitablemente sujetas a la muerte y a la disolución. La pintura se fecha por su proximidad temática y estilística al cuadro conocido como Autorretrato con garza real (Dresde, Gemáldegalerie), fechado en 1639; en él aparece Rembrandt en el atavío de un aristocrático cazador colgando de un garfio una garza real muerta.