Año 1918-1919
Óleo sobre lienzo, 110 x 160 cm París, Musée d'Orsay

Pierre-Auguste Renoir - Las bañistas

Posó para este cuadro Dédé, la rusa Andrée Hessling, que poco después será la primera esposa de Jean Renoir:

la mujer es una de las modelos preferidas del viejo pintor, que, ya próximo a la muerte, la retrata con viva memoria rubensiana.

El tema de la bañista es clave en su última etapa ("una forma indispendable del arte", dice Renoir a Berthe Morisot): las mujeres de Renoir son libres, desinhibidas, unos seres que viven plenamente su realidad física.

Los desnudos realizados en los años ochenta con los contornos netos típicos del estilo aigre del artista ya en la década siguiente adquieren una nueva naturaleza; las líneas se hacen más mórbidas, la pincelada más fluida: "Miro un cuerpo desnudo y veo en él miríadas de esfumados; debo encontrar los que en el lienzo hagan viva y palpitante la carne".

En este periodo, el pintor, asimiladas e interiorizadas las enseñanzas fundamentales de Tiziano y Rubens, logra una nueva libertad imaginativa y, dejando de mirar de manera excesivamente tensa el arte de los museos, supera el conflicto entre plein air y taller.

Estas últimas Bañistas, el canto del cisne de Renoir, se hallan literalmente inmersas en la naturaleza y sus formas se integran y se amalgaman en tonalidades rojizas con árboles, flores y agua: a punto de morir, el pintor hace, aún con el asombro de un niño, un himno a la vida y a la belleza terrena.

Las formas lozanas y opulentas de las mujeres retratadas por el pintor en estos años son comentadas por cierta crítica, que le reprocha la enormidad de las piernas y los brazos, la blandura de las carnes y el color rojizo de la piel. Renoir responde explicando su intento de amalgamar sus figuras con el paisaje que les sirve de fondo, de crear una unión con las energías telúricas, de las cuales no se puede disociar la feminidad.