Año 1910
Óleo sobre lienzo, 67 x 160 cm París, Musée de l'Orangerie

Pierre-Auguste Renoir - Mujer desnuda tendida

En un cuadro como éste, el observador se convierte en testigo del diálogo íntimo que se desarrolla entre el pintor y la modelo durante la ejecución de la obra.

La modelo, también en este caso Gabrielle Renard, está tendida en primer plano mirando de manera directa y desinhibida al espectador:

los modelos iconográficos son las Venus de Tiziano y figuras como la Maja desnuda de Goya, aparte de las odaliscas de Ingres, en las que Renoir se inspira especialmente en el periodo aigre de los años ochenta, cuando, en el marco de sus propias investigaciones artísticas, redescubre la tradición del dibujo.

Existe una fotografía de Gabrielle posando para este cuadro tumbada sobre cojines, se percibe  el pintor, haciendo las líneas de la mujer más rotundas y mórbidas, trasciende el modelo que tiene delante para crear otra forma que debe mucho a las Venus vistas en sus repetidas sesiones de estudio en el Louvre.

En estos últimos años, la indagación pictórica de Renoir está casi enteramente dedicada a su tema predilecto: el desnudo femenino, eje y piedra de toque del arte del pasado y del presente.

Se aventura también a plasmar estas formas pictóricas más allá de la bidimensionalidad del cuadro, y gracias a la ayuda del joven escultor catalán Richard Guino traduce sus pinturas en estatuas de formas plenas y esenciales (véase, por ejemplo, la Venus Victrix), muy próximas a la obra contemporánea de Maillol.

En estos días, el pintor dice: "Lo que me gusta en pintura es lo que parece eterno". Su deuda con el pasado se salda ahora con la creación de una imagen absoluta del "eterno femenino", que asimila y supera tanto al modelo fotográfico objetivo del desnudo como a la forma transmitida por siglos de historia del arte.