Año 1910
Óleo sobre lienzo, 82 x 66 cm Ginebra, colección Skira

Pierre-Auguste Renoir - Gabrielle á la rose

Entre 1907 y 1910 aproximadamente Renoir pinta a Gabrielle en una serie de lienzos, vestida con amplias túnicas transparentes abiertas sobre el seno, con una rosa en el cabello o en la mano y ante un fondo indefinido para crear una atmósfera intemporal.

La rosa es el símbolo de la juventud de la modelo, una prima de Aline que en 1894, a los dieciséis años de edad, acude a ayudarla con ocasión del nacimiento de Jean, segundo hijo de los Renoir:

Gabrielle se quedará en casa de éstos y será la modelo predilecta del pintor, aportando una nueva juventud a su vida y a su pintura. Los colores, en estos años, son cada vez más pastosos; se aplican con una libertad que es la síntesis de todo un camino de aprendizaje llevado a cabo en los museos, de experimentación del plein air, de vuelta al taller y, por fin, de una naturaleza conocida e interiorizada, como la de Gabrielle, que aun con su imponente presencia rubensiana, conserva su corporeidad concreta y no queda nunca reducida a un símbolo.

Indagando la actividad tardía de Renoir, enteramente dedicada a retratar a Gabrielle y a otras modelos (entre ellas Dédé), se pone de manifiesto cómo su vida y su pintura se confunden más que nunca con anterioridad: "Nuestra casa estaba llena de mujeres recuerda Jean Renoir. Mi madre, Gabrielle, todas las muchachas, las sirvientas, las modelos que andaban por la casa y le conferían un tono decididamente antimasculino". El viejo pintor, preocupado por el futuro de aquellas mujeres, se reservaba el derecho de pronunciarse también en cuestiones de emancipación femenina: "Lo que ganen por un lado lo perderán por otro [...] Lo que ganen en instrucción lo perderán quizá en otras cosas... Cuando las mujeres eran esclavas, eran las amas.

Pero ahora que empiezan a tener derechos, pierden importancia. Cuando sean iguales a los hombres, entonces conocerán la verdadera esclavitud".