Año 1909
Óleo sobre lienzo, 120 x 77 cm París, Musée de l'Orangerie

Pierre-Auguste Renoir - El payaso

Después del retrato de su segundogénito Jean en traje de Pierrot (1902), Renoir dedica este cuadro a su hijo menor, Claude (al que llaman Coco), nacido en agosto de 1901.

La escena, cualquier cosa menos un espontáneo episodio familiar, está minuciosamente estudiada y se inserta en la línea de los retratos oficiales de autores como Veronés, Velázquez y Van Dyck.

La primera referencia, sin embargo, es el Gilles de Watteau, del cual este cuadro es casi una cita: el protagonista de la obra de Watteau es un personaje de aire melancólico, símbolo del artista incomprendido, pariente espiritual de los saltimbanquis y arlequines de Picasso.

El Pierrot de Renoir no tiene, por el contrario, nada de esa tristeza: el pintor está fascinado sobre todo por el traje e interesado en la traducción pictórica del rojo. La sobria estructuración de la imagen (véase la columna del fondo, habitualmente un atributo de quien ejercita un poder temporal) sería adecuada para el retrato de un señor aristocrático, mientras que el modelo es la tierna figura de un niño disfrazado de payaso: no está muy claro si Renoir quería rendir homenaje a la retratística oficial de la cual él mismo, si bien en forma diferente, ha ofrecido excelentes ejemplos o hacer una parodia de ella.

En sus memorias (Renoir Souvenirs de mon pére, París, 1948), Claude Renoir resume la génesis de la obra, vivida por él como un auténtico fastidio por las molestas calzas largas.

Tras mucha insistencia y seductores ofrecimientos de su madre, que le promete un trenecito de madera y una caja de colores, "decidí ponerme las calzas de algodón durante unos momentos; y mi padre conteniendo la rabia, que parecía que iba a estallar de un momento a otro consiguió terminar el cuadro, a pesar de las continuas contorsiones que yo hacía para rascarme".