Año 1875
Óleo sobre lienzo, 81 x 64 cm París, Musée d'Orsay

Pierre-Auguste Renoir - Desnudo al sol

Con ocasión de la segunda exposición impresionista en 1876, el crítico Albert Wolff define en el diario Le Figaro este cuadro como "un montón de carnes en descomposición en el cual unas manchas verdes y violáceas indican un estado de completa putrefacción", poniendo a pesar suyo el acento en la movilidad luminosa que anima en estos años la pintura del artista, toda ella basada en la refracción de chispas e improvisados avivamientos luminosos.

La modelo de esta obra es una muchacha llamada Ana, pintada como una bañista que se protege el sol: las manchas de luz se imprimen a través del follaje sobre el cuerpo de la mujer, los tonos de sombra modelan su figura opulenta, impregnada por el sol y casi acariciada por él. No es difícil comprender la comoción que causaban en la crítica obras como ésta, en las que no existe dibujo ni contorno y en las que los tonos locales de las carnaciones son completamente trastocados por los efectos lumínicos.

El rostro y el cuerpo de la mujer están construidos con tonalidades verderosadas, el paisaje que la rodea es indefinido, sugerido por rápidas pinceladas verdeazuladas. Una vez más, lo que interesa a Renoir en una observación del pleinair no es, como en el caso de Monet, la naturaleza en sí, en las luces que contiene y refleja, sino las figuras que se sumergen en ella, los colores que asumen sus cuerpos iluminados por el sol por entre las hojas: se puede decir, por lo tanto, que el especial uso que hace Renoir del vocabulario impresionista consiste en una nueva concepción del paisaje, de ahora en adelante humanizado y subordinado a las figuras que se reflejan en él (véase, por ejemplo, La pérgola, Baile en el Moulin de la Galette, El columpio).