Año 1886
Óleo sobre lienzo, 65 x 80 cm Moscú, Museo Pushkin

Claude Monet - Arrecifes en Belle-Ile (Las agujas de Port-Coton)

En una carta de Octave Mirbeau, uno de los más esforzados defensores del arte de Monet, al escultor Auguste Rodin leemos: "He pasado un fin de semana con Monet en su isla de Bellile [...] Ha pintado cuadros verdaderamente bellos, que revelan en él un talento renovado. Un tremendo, formidable Monet [...] Es un hombre valeroso y heroico. Si hay alguien que merezca ser reconocido, es sin duda él". El propio pintor, en una carta a Berthe Morisot, cuenta que está explorando la recortada costa, batida por los vientos de una región terrible, oscura pero muy bella. Monet usa azules marinos intensos, salpicados de blancos para hacer el mar denso y agitado que rompe contra los arrecifes oscurísimos, cuyas frágiles formaciones rocosas, de paredes esquistosas, logran a duras penas resistir la ira del mar espumeante.

El punto de vista es elevado y el pintor opta por hacer visible sólo una pequeña parte del cielo, una breve franja en el horizonte. Las rocas están esparcidas por el mar y da la impresión de que hacen emerger con esfuerzo sus extremos del agua.

Los cuadros de esta época ejercen una poderosa sugestión sobre Van Gogh, que tendrá la oportunidad de ver algunos en 1888 en casa de su hermano Theo, el cual en ese momento se ocupa de los intereses de Monet. El color es denso y corpóreo, las pinceladas se diferencian en la superficie y el uso de los contrastes se calibra deliberadamente con arreglo al tono emotivo que el cuadro pretende traducir.