Año Hacia 1510-1513
Óleo sobre tabla, 168 x 130 cm París, Museo del Louvre

Leonardo da Vinci - Santa Ana, la Virgen, el Niño y el Cordero

Antonio de Beatis lo vio en Cloux, en la visita de 1517 a la que ya hemos aludido varias veces; se menciona en Milán como propiedad del discípulo Salaí. En 1629 el cuadro fue adquirido en Casale Monferrato, durante la guerra por la sucesión de Mantua, por el cardenal Richelieu, que lo cedió en 1636 al rey de Francia, Luis XIII. Se encuentra en el Louvre desde 1810.

Leonardo se había dedicado en otras ocasiones a este tema, al menos desde la época en la que ejecutó los cartones para los Servitas de la Santísima Anunciación de Florencia. El grupo se forma con arreglo a una estructura piramidal perfectamente equilibrada: el Niño se escapa de los brazos de la Madre y agarra al Cordero por las orejas; María, sentada en el regazo de su madre, Ana, trata amorosamente de disuadirlo de este juego.

La escena es familiar, juguetona y tranquila. Detrás del grupo, la vista se abre a un paisaje montañoso, tan evanescente que parece mágico e irreal, sin tiempo ni edad. Las dudas expresadas en el pasado sobre la autoría estaban motivadas por el estado de conservación, no perfecto; la opaca planitud del manto de la Virgen es imputable más a un deterioro del pigmento pictórico y no al hecho de que Leonardo no hubiese terminado de pintar esa zona. También los ropajes de santa Ana han perdido la modulación colorista, y el árbol de la derecha, que hace de bastidor de teatro, no tiene nada del naturalismo que se espera ver en una obra de Leonardo.

La estratificación de rocas y peñascos en primer plano es todo lo que ha quedado del margen de una poza de agua que originariamente bañaba los pies de la santa (recurso que Leonardo utiliza también en obras juveniles). Los drapeados que cubren el brazo de la Virgen revelan las habilidades tan largamente meditadas por el artista en sus estudios y dibujos; se pueden además comparar con su interés, varias veces comentado, por la estatuaria clásica.