Año 1481-1482
Óleo sobre tabla, 246 x 243 cm Florencia, Gallería degli Uffizi

Leonardo da Vinci - La Adoración de los Reyes

La gran tabla había sido encargada en marzo de 1481 por los monjes de San Donato a Scopeto clérigos regulares de Sant'Agostino de la congregación de San Salvador, pero como no se llegó a acabar permaneció, a la marcha de Leonardo a Milán, en las estancias de la casa de su amigo Amerigo Benci. Pasó sucesivamente a la colección de Antonio y Giulio de Médicis para llegar (tras nuevos cambios de ubicación, entre ellos la villa de Castello cerca de Florencia) a los Uffizi en 1794.

La escena representada está articulada dinámicamente. En primer plano, la Adoración de los Reyes propiamente dicha, donde domina un sentido de circularidad, un torbellino de acciones y gestos que tiene como eje el grupo de la Virgen y el Niño. En el fondo, que parece narrar el argumento de una historia anterior a la Epifanía, a la derecha, un combate de jinetes desarzonados y caballos enfurecidos; a la izquierda, hombres que se afanan en las rampas, ocupados en la reconstrucción de la arquitectura en ruinas, con partes nuevas que coexisten con estructuras demolidas; y, en el arco roto, pequeños arbustos como los que se ven quizá sobre algunas construcciones en las que, por algún accidente, se han interrumpido los trabajos y la naturaleza ha tenido tiempo de apoderarse nuevamente de ellas.

También en esta obra se han realizado reflectografías con rayos infrarrojos con vistas a una restauración todavía no efectuada, pero deseable por la presencia de numerosas impurezas que comprometen su plena legibilidad.

En estas indagaciones se ve clara "la presencia de carpinteros y albañiles, empeñados con diligencia en los peldaños y el muro que corona los arcos entre las escaleras: hombres que suben cestas o vigas de madera, hombres sorprendidos en el acto de trabajar con la pala o poner ladrillos" (Natali, 2002). Nada de esto, sin embargo, se puede contemplar a simple vista; en realidad, a veces se tiene la sensación, cuando se vuelve a mirar el cuadro, de que esa superficie marrónrojiza todo lo nivela y esconde.