Año 1792
Óleo sobre lienzo, 267 x 160 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya - El pelele

Esta pintura forma parte de la última serie de cartones para tapices realizada por Goya y destinada a decorar el despacho del rey Carlos IV. El encargo se le encomendó en febrero de 1789 y lo apartó de la preparación de los cartones para el dormitorio de los infantes que le había pedido Carlos III, trabajo interrumpido a la muerte de éste por el nuevo rey, quien el 20 de abril precisaba que los temas para sus tapices habían de ser "campestres y alegres". Se percibe de inmendiato una cierta estupidez en la manera de hacer el encargo, con una prepotencia muy alejada del clima de entendimiento que se había establecido entre el pintor y Carlos III; de hecho, Goya seguirá con su tarea dos años más y hasta mayo de 1791 no empezará con estas obras, mientras que las cuentas a ellas referidas no serán presentadas por el pintor antes del 26 de junio de 1792.

En esta pintura, cuatro muchachas, sujetando una sábana por los bordes, mantear un pelele de trapo: un pasatiempo extendido en las excursiones campestres de la aristocracia y que estaba inspirado en un juego popular carnavalesco. Esta obra tiene quizá una fuente figurativa concreta que se derivaría de un grabado de la Vida y hechos del pícaro Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, célebre novela de la literatura española del siglo XVII.

Acaso El pelele esconde una alegoría satírica de la Fortuna o de las mujeres que juegan con el hombre manejándolo como a un fantoche, hipótesis no capciosa si se considera el relieve que el tema tendrá en los Caprichos, en los cuales más de un grabado está dedicado a la representación de agraciadas jóvenes que, por consejo de viejas alcahuetas, despluman pollos con cara de hombre. Se subraya cómo el vuelo invertebrado y sin vida del pelele, con esa sonrisa fija y antinatural, no transmite la alegría que causa en las muchachas sino que introduce un ligero matiz de inquietud y de cinismo que tendrá en Goya perturbadoras consecuencias.