1929
Óleo sobre lienzo, 110 x 150 cm Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, legado Dalí al Estado español

Dalí - El gran masturbador

Una extravagante mezcla de cabeza humana y rocas de la Costa Brava de los alrededores de Cadaqués, modeladas en las formas más imprevisibles por el mar y el viento, es en lo que Dalí ha transformado este angustioso autorretrato, que incluye en casi todas las composiciones de 1929. De vez en cuando aparecerá también después, cómo en la célebre Persistencia de los recuerdos, de 1931, siempre caracterizada por el gran párpado cerrado. En esta pintura representa el motivo central y el título escogido no deja dudas sobre las posibles implicaciones sexuales, claramente indicadas además por las figuras de arriba a la derecha y por los símbolos fálicos, como el pistilo de la azucena y la lengua obscenamente rosada del león africano. Es considerada como una de la más delirantes de Dalí y en ella se refleja el profundísimo malestar que abrumaba en aquel momento el artista, que temía incluso perder la razón. Saldrá de semejante situación gracias a su encuentro con Gala, a la que había conocido precisamente ese verano. La cabeza de la que brotan las inquietantes visiones se reduce a un grotesco perfil cuya enorme nariz apoya la punta en el suelo. Tiene pegado a la boca un inmenso saltamontes cuya descomposición atrae a las hormigas, que bullen formando un montón. En 1930 Dalí publica el volumen La Femme visible, dedicado a Gala, en el cual incluye una extensa composición poétiCa que tiene como tema este cuadro. Es en este libro donde expone de manera detallada la teoría del método que llamará "paranoicocrítico", a favor del cual toman partido, en noviembre de 1930, Breton y Éluard, defendiendo su gran importancia desde el punto de vista artístico e ideológico.