Año 1634-1635
Óleo sobre lienzo, 191 x 126 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Diego Velázquez - Felipe IV, cazador

En los años en los que trabaja en la Torre de la Parada, el pabellón de caza de los montes del Pardo, se confía a Velázquez la tarea de realizar algunos retratos de miembros de la familia real en traje de caza, con sus animales favoritos y en paisajes de la sierra del Guadarrama. Felipe IV nace el 8 de abril de 1605 y sube al trono de España el 31 de marzo de 1621, a la edad de dieciséis años. Velázquez, nacido en 1599, era casi de su misma generación y es natural que aquél quisiera rodearse de jóvenes artistas coetáneos.

El soberano fue desde luego un cliente muy respetuoso y comprensivo de las novedades aportadas por el artista sevillano. En el momento de pintar este retrato, Velázquez ha alcanzado la plena madurez y una seguridad absoluta. El rey aparece aquí en actitud relajada delante de una encina oscura, con un perro a sus pies; lleva atavío de caza verdemarrón adecuado para el mal tiempo, guantes amarillos con vueltas y polainas de piel. Como sucede habitualmente, el retrato no tiene un carácter oficial: la maestría del pintor es tal que la dignidad real del retratado se deja ver a pesar de lo relajado y familiar de la composición.

En su elegante y orgullosa sencillez, Felipe IV se muestra aquí tan superior a los comunes mortales que no tiene necesidad de recurrir a símbolos especiales para subrayar su realeza. Hay que destacar, en fin, la habilidad de Velázquez en la representación de los perros de caza. El de Felipe IV es un mastín de cara negra, pintado con excepcional sencillez, fluidez y vitalidad, tranquilamente sentado y mirando al observador con aire vigilante. El paisaje crepuscular tiene una resplandeciente entonación verde y plata. El árbol de primer plano, junto con los del fondo, hacen las veces de marco y ayudar a destacar el largo y pálido rostro del rey.