1953
Óleo y carboncillo sobre lienzo, 130 x 97 cm París, Musée National Picasso

Picasso - La sombra

En 1953, a la muerte de Stalin, se perfilan las naturales contradicciones que acosan al pensamiento de intelectuales, artistas y militantes del Partido Comunista. Picasso está entre ellos. Fiel a la causa de la paz y feroz opositor a toda restricción de la libertad, se halla entre dos fuegos: por un lado, la continua participación en convenciones internacionales e iniciativas organizadas por el Partido Comunista, por otro la frecuente reprobación de algunas de sus obras por los propios críticos o dirigentes del Partido. Una de las obras rechazadas fue el retrato conmemorativo de Stalin, realizado tras su muerte, en el cual el estadista había sido inmortalizado en una pose cruel, todo menos positiva. La sombra, de finales del año, parece ser una reflexión del pintor sobre sí mismo y su postura ante el mundo exterior: un hombre a contraluz destaca delante de un fondo compuesto por cuadros que representan un exterior, como si el grupo formase una especie de ventana al mar o al cielo. El hombre, sin embargo, es también, como reza el título, una sombra. Como una sombra del sujeto que pinta el cuadro, el pintor, a mitad de camino entre él mismo, el cuadro pintado, su propio estudio y el exterior. El efecto de interpolación entre varios elementos es intensificado además por la técnica utilizada, que tiene como resultado un aspecto casi de papier collé, donde unas siluetas recortadas confirman la composición. La atención, no obstante, se centra por entero en la figura negra del centro, por su evidente poder de absorción y al mismo tiempo de anulación.