Año hacia 1670-1672
Óleo sobre lienzo, 121 x 99 cm Madrid, Museo del Prado

Bartolomé Esteban Murillo - San Juanito y el cordero

El san Juanito es uno de los triunfos indiscutibles de la pintura religiosa de Murillo; no sólo se puede incluir entre los más bellos de toda su producción, sino también entre los más conmovedores. El pintor ya había utilizado la pintura de niños para la narración de mensajes religiosos, como en El Buen Pastor y Los niños de la concha, ambos en el Prado, pero nunca con la intensidad alcanzada en esta obra maestra. Composición, iluminación y cromatismo sirven a un único mensaje, la conmoción espiritual que arroba a san Juan niño ante la trascendental misión de su vida, anunciar a Cristo. El niño se lleva la mano al pecho y entabla un diálogo mudo mirando hacia el Altísimo, como si cuestionara humilde la gran responsabilidad en él depositada. Niño y cordero se funden formal y espiritualmente unidos por un mismo sentimiento de exaltación religiosa, que en el rostro de san Juanito bien pudiera recordar el éxtasis de un místico.

El contenido dramático que esconde la simbología es llevado al lienzo con una veracidad, naturalidad y sencillez, que convierten al hecho religioso en algo tangible y cercano al fiel. Las dos lecturas del óleo, una simbólica y otra desde la sensibilidad religiosa infantil, están perfectamente imbricadas, haciendo de esta pintura un buen ejemplo del tipo de imagen devocional exigida por la iglesia contrarreformista.

El cuadro tiene un precedente compositivo en Niños comiendo uvas y melón (Alce Pinakothek, Munich), de una de cuyas figuras Murillo ha tomado la postura de san Juanito. La expresión naturalista del pilluelo se ha transformado en la figura del santo, en un ademán de devoción poderosamente barroco. Muchas veces copiado, el lienzo entró en las colecciones reales al ser comprado en 1744 por la Reina Isabel de Farnesio junto con el Buen Pastor del Prado.