Año hacia 1670
Óleo sobre lienzo, 147,5 x 113 cm En origen, aproximadamente 145 x 106 cm Munich, Alte Pinakothek

Bartolomé Esteban Murillo - Vieja despiojando a un niño

Murillo pinta en este cuadro un tema frecuente en la pintura barroca holandesa y poco habitual en la española, el aseo cotidiano. Está demostrado que el maestro sevillano había conocido la pintura de género del norte de Europa, bien a través de cuadros presentados por los mercaderes extranjeros afincados en Sevilla, bien a través de descripciones verbales.

Este lienzo denota la influencia de modelos foráneos al situar la escena en un interior muy representativo, poblado de múltiples bodegones, lo que lo diferencia de todos sus demás cuadros de género. Se observa también un espíritu narrativo insólito en la mayoría de las obras de este tipo. Ilustra Murillo la paciente tarea de quitar los piojos al niño, realizada al parecer por la abuela del niño.

La vitalidad que destila el chico recuerda al refrán español, hoy caído en desuso, de que "el niño con piojos saludable y hermoso; niño sin ellos, endeble o enfermo". Juega el niño distraído con el perrito, con la boca llena, como si olvidara masticar el bocado, en un momento de máxima placidez doméstica. Todos los personajes están absortos en su actividad y son captados con el verismo y la naturalidad característicos de Murillo. La aparente simplicidad del asunto ha sido discutida e interpretada en clave erótica; los diversos bodegones ayudarían a sostener esta tesis. El huso y la rueca sugieren implicaciones sexuales, así como las vasijas, que en ocasiones simbolizan el sexo femenino. El tejido arrugado sobre la mesa podría indicar abandono moral. Incluso el piojo tiene a veces una connotación sexual como símbolo erótico. El mensaje del cuadro sería moralizante, previniendo a los jóvenes de los peligros del amor ilícito.