Año Antes de 1642
Óleo sobre lienzo, 207 x 162 cm Sevilla, Palacio Arzobispal Firmado: Bameus Murillo fa.

Bartolomé Esteban Murillo - La Virgen del Rosario con santo Domingo

Murillo no fue, a diferencia de otros artistas como Velázquez o Ribera, un pintor que manifestara en sus primeras obras la técnica prodigiosa que presagia el nacimiento de una triunfal carrera. En estos años iniciales de su carrera sigue siendo grande en el medio artístico sevillano la influencia de Francisco de Zurbarán y Juan de las Roelas, tal como atestigua este cuadro. Si la composición y el diseño de las figuras angelicales, aún próximas a un manierismo tardío, se inspiran en la obra de Roelas, la imagen fría y algo distante de la Virgen se remonta a los modelos del maestro de Murillo, Juan del Castillo.

El modelado recortado y majestuoso de la figura del santo muestra la impronta de Zurbarán y, tal vez por ello, constituye el único fragmento de calidad indiscutible de todo el lienzo.

La obra, un tema muy popular en el siglo XVII, muestra el momento en el que la Virgen y el niño, sostenidos por una nube de querubines y rodeados por un séquito de ángeles músicos, hacen entrega del rosario a santo Domingo arrodillado. El santo fue el primer promotor de la devoción del rosario desde el siglo XIII. El perro de Dios, símbolo de la orden dominica, sujeta en su hocico una antorcha que señala su labor docente y evangélica, iluminadora del orbe.

En el extremo inferior derecho, un relieve ostenta el escudo de la misma orden. La composición, sobria y correcta, desarrolla un modelo iconográfico tradicional. Con todo, la Virgen del Rosario anuncia el que será uno de los grandes logros de la pintura de Murillo a lo largo de toda su vida; esto es, una indiscutible claridad expositiva dentro de los cánones de la pintura barroca, que acerca el hecho religioso a los fieles de una forma tan sencilla y natural como personal e inconfundible. La obra, pintada para el convento de Santo Tomás en Sevilla, permaneció allí hasta la invasión de las tropas de Napoleón, que la depositaron en el Alcázar.