Año 1903
Óleo sobre lienzo, 63,5 x 101 cm San Petersburgo, Museo Estatal del Ermitage

Claude Monet - El puente de Waterloo

Monet vuelve a las vistas urbanas, pero en esta fecha huye de la representación de la metrópoli caótica y bullente de multitud. El París de los grandes bulevares es sustituido por un Londres silencioso, sumergido en la niebla. Y la voz sublime del poeta Coleridge parece ascender de las aguas del Támesis y cantar: " ¡El silencio de una ciudad, cuán sobrecogedor es a medianoche!/[...] Y toda la ciudad silenciosa como la luna/que sumerge en callada luz las inmóviles veletas/de sus enormes templos".

La mirada de Monet al paisaje urbano londinense recuerda la interpretación melancólica de la obra de James Abbot McNeill Whistler. Los dos pintores estaban en contacto desde los años de la juventud; en Londres tienen ocasión de renovar la asociación artística iniciada en la capital francesa. Whistler era un pintor muy estimado por el grupo de los impresionistas por sus delicados efectos cromáticos y por la atmósfera difusa de sus pinturas, que posee remembranzas de la poética de Mallarmé. Con Whistler, Monet tiene en común la capacidad de adaptar un único color a la descripción de una vista urbana, ya iluminándolo ya oscureciéndolo. El uso enrarecido de la materia pictórica logra efectos casi "abstractos", confirmando la nueva atención de Monet hacia la estética simbolista que había invadido el mundo cultural francés de fin de siglo.