1924-1925
Oleo sobre lienzo,
66 x 93 cm
Buffalo, Albright-Knox Art Gallery

Miró - El Carnaval de Arlequín

Representa un nuevo cambio en la trayectoria creativa de Miró, como antes La masía, y es quizá el más conocido de los cuadros fantásticos e irónicos del periodo 1924-1925. Es ésta la ocasión en la que el artista, abandonado ya el “realismo detallado” de dicho cuadro, se zambulle en la poesía del surrealismo, alcanzando un equilibrio y unidad entre grafismo y color. La obra fue acompañada de un texto poético, publicado en 1939 para la revista Verve como culminación del momento más alto de esta época. Se inserta en un momento concreto de la vida del artista, que estos años vive en París. Por la tarde, cuando se retira al estudio de la Rué Blomet, visiones y sueños inquietos lo ponen en contacto con la parte más profunda de su inconsciente. Miró había sentido siempre la necesidad de vérselas con unos impulsos que hicieran nacer una emoción que pudiera representar.

Surgen así cuadros, como el Arlequín, animados por cómicos monstruos, seres estrafalarios y alados, estrellas y ojos que nos hablan del eterno carnaval que hay en el alma del artista, del cual extraen la savia vital su fantasía y su creatividad. El elemento de la escalera, otra de las constantes de las obras de Miró, alude al movimiento ascendente y por tanto a su actitud de seguir superándose a sí mismo en un crecimiento incesante.

El Arlequín, personaje que toma su nombre de la tradición francesa y es descrito como un bufón vestido de harapos multicolores (y luego se convierte en un personaje de la Comedia del Arte), desvela entre realidad y disfraz al eterno campesino catalán que hay en Miró y que en él representa un retrato metafórico de sí mismo. Mediante la parodia, Miró se libera de la seriedad y la integridad que lo distinguen, pero de inmediato se siente como un huésped no deseado de la fiesta a la cual él mismo ha dado vida y se va en busca de una nueva ligereza.