1921
Oleo sobre lienzo,
66 x 56 cm
París, Musée du Louvre, clonación Picasso

Miró - Retrato de bailarina española

Cuando pintó este retrato, Miró se había trasladado a París, donde vivía pobremente en un hotel y comía sólo una vez al día. Su estudio, en la Rué Blomet, estaba separado por una medianera del de Andró Masson, de quien se hizo amigo. Más adelante recordaría aquellos tiempos: “Pinté la cabeza de una bailarina española, hoy en posesión de Picasso. Fueron tiempos duros”.

En este retrato, la solemne bailarina es una especie de anticipación del estilo que el artista traducirá en la famosa Masía. Aquí, como en dicha obra, Miró utiliza el estilo particularizado o “detallista”, con el cual logra captar todos los matices del personaje representado. Ante el fondo coloreado, la mujer destaca nítidamente y con gran meticulosidad: el traje, los adornos y el peinado son estudiados y reproducidos con una fidelidad que supera la propia realidad. Es posible, además, que en este tipo de realizaciones el artista se dejara influir por las pinturas murales románico-catalanas, donde los rostros de los santos aparecen con la misma impermeable seriedad.

Las características del sujeto son tan realistas que parecen un poco barrocas: no hay un intento de introspección psicológica; antes bien, en este caso el rostro de la bailarina aparece en su actitud formal.