1783
Óleo sobre lienzo,
248 x 330 cm
Mamiano di Traversetolo (Parma), Fondazione Magnani Rocca

Francisco de Goya - La familia del infante don Luis de Borbón

En este retrato de grupo hemos de destacar su carácter privado, no oficial, tan diferente de la exhibición de la familia real que Goya pintará en 1800-1801 para Carlos IV. En esta tarde de reunión en Arenas de San Pedro, cerca de Ávila, donde don Luis pasó los últimos años de su vida con su mujer y sus hijos, un lazo de familiaridad y confianza vincula al príncipe a las doncellas, al pisaverde y al colono, llamados en torno a la mesa en la que se juega a las cartas y admitidos a aparecer en el retrato de una reunión privada, íntima, sin formalidad, de una pequeña corte campestre donde los rangos no tienen nada de la rigidez cortesana. Goya había sido llamado a Arenas de San Pedro a mediados de agosto de 1783, donde pasó un mes adquiriendo confianza con los miembros de la familia, yendo de caza con el príncipe y haciéndose querer por todos, si es cierto como escribe en una carta a su amigo Zapater el 20 de septiembre de 1783, apenas de vuelta en Madrid que no querían dejarlo marchar y que en el momento de partir había tenido que prometer que regresaría por lo menos una vez al año. Con todo, no volvió ni vio más a don Luis, que murió dos años después. En el cuadro reina el silencio denso y nocturno del campo; la llama de la vela arde inmóvil en el aire quieto, sin un soplo de viento: por la izquierda entran la camareras con el camisón y el joyero para la señora, que, en el centro de la composición y reina por una tarde en el trono campestre, se hace soltar el largo cabello mirando al espectador con un velo de ansia y de tristeza en los ojos. Don Luis está sentado a la mesa y pone las cartas sobre el terciopelo verde, con un gesto simbólico ralentizado: las cartas son emblema de fatalidad. "Cada uno de los presentes, en aquellas inquietas sombras vespertinas, parece sorprendido por algún acontecimiento interior, por algún presagio" (Vittorio Sgarbi).