1935
Óleo sobre lienzo, 65 x 54 cm París, Collection André-Frangois Petit

Dalí - El caballero de la muerte

Este cuadro reúne, declinadas en formas dalinianas, algunas de las mayores fuentes de inspiración del artista catalán: los maestros antiguos en este caso seguramente Durero, Arnold Bócklin, Giorgio de Chirico. La torre roja que sobresale del oscuro perfil de la gran montaña, ante la cual se perfila la figura espectral del caballero, es una cita bastante fiel de las torres chiriquianas de los primeros cuadros metafísicos. La Isla de los muertos del maestro de Basilea es un motivo muy repetido en la obra de Dalí en estos años; aquí se usa como una bambalina para separar la figura en primer plano del paisaje de tempestad que se imagina tras la masa rocosa. El gran arco iris que atraviesa el cielo cargado de densos nubarrones hace aún más siniestra la atmósfera del cuadro, cuyo eje componen las figuras esqueléticas del jinete y su lúgubre cabalgadura. La misma imagen, que se encuentra ya en un dibujo a tinta china de 1933 y en otro del año siguiente, se torna aquí aún más diáfana; el proceso de descamación de las figuras está más avanzado, con lo que el corcel se asemeja por su aspecto a los burros putrefactos de los cuadros presurrealistas de Dalí, con la dentadura equina bien a la vista y sugiriendo una amenazadora risa burlona. La superposición de temas, fundidos en la búsqueda de un efecto nuevo y sorprendente, se corresponde con el procedimiento sintetizado por Dalí en una frase que se lee en el pequeño catálogo de la exposición de dibujos surrealistas celebrada, a finales de 1995, en la galería parisiense Aux Quatre Chemins: "Una cosa es segura: lo que odio en todas sus formas en la sencillez".