1929
Oleo sobre lienzo,
140 x 80 cm
Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, legado Dalí al Estado español

Dalí - Monumento imperial a la mujer niña

Tras la partida de Cadaqués de Paul Éluard y Gala, en otoño Dalí había vuelto a Figueras para acabar los cuadros ya iniciados y empezar otros, entre los cuales se encuentra este lienzo. Se trata del primero de los numerosos cuadros y dibujos que tienen a Gala como protagonista; éste tiene la particularidad de haber sido ideado bajo el influjo inmediato de la primera fascinación amorosa. Dalí dirá a este respecto: “Quería erigir un monumento a la mujer niña, y esta mujer niña era Gala. Sacrificarle en holocausto todos los terrores pueriles del 1900 de mi infancia. Quería que este cuadro fuese como un alba en el estilo de Claudio de Lorena pero con la morfología del Modern Style, correspondiente al más intenso mal gusto barcelonés”.

El intento de exorcismo resulta evidente. Desde una especie de gigantesca estalagmita, recuerdo de los atormentados arrecifes del cabo de Creus y de la bahía de Es Cayals, donde pocas semanas antes había declarado su amor a Gala, afloran la cabeza y el busto desnudo de la mujer amada. En torno suyo se apretujan los espectros amenazadores: rostros cuyas bocas semiabiertas y ojos desorbitados trasluce una libídine obscena; manos abiertas cubriendo la cara en señal de vergüenza; fauces abiertas de feroces leones con dentaduras monstruosas.

Aquí y allá, los símbolos de un hipnótico mauvais goüt: un busto de Napoleón, que imaginamos en un material ordinario; ho-lografías con reproducciones de la Gioconda y del Angelus de Mi-llet; el esqueleto arrodillado, abajo a la derecha, cuyos huesos se curvan imitando motivos auriculares rococó, multiplicados hasta el exceso en el “estilo Napoleón III”, el preferido del gusto provinciano entre el siglo XIX y el XX.