1967
Óleo sobre lienzo, 205 x 173,5 cm Barcelona, Fundació Joan Miró

Miró - El oro del azul

En 1966 tuvieron lugar dos exposiciones, en Tokio y en Kioto, que ahondaron la influencia del arte japonés sobre Miró, en especial la cercanía percibida por el artista entre sus cuadros y el haiku (tipo de composición poética japonesa muy breve). En una obra tardía como ésta vemos de nuevo al Miró poeta de las Constelaciones, pero con el aliento, más amplio, del arte oriental, la capacidad de decir mucho con poco. Ante un fondo amarillo pajizo, luminosísimo, danzan elegantes estrellas hechas con un entrelazamiento de finos hilos. En contraste con esta gracia de los signos se presentan unas manchas negras más decididas que equilibran en cierto modo el bulto de la mancha azul más grande, trazada sobre el lienzo desnudo para evitar que la superposición del azul y el amarillo altere el tono original. De esta manera, todos los colores siguen siendo puros. A la mancha de un profundo azul que se ha obtenido con un trazo centrífugo del pincel, que aumenta la sensación de profundidad, va unida una gran estela oscura como un vínculo simbólico entre el universo, así representado, y la humanidad visible en la larga cola negra que parece terminar con una cabeza y en la cual es posible distinguir quizá una figura de un hombre. La obra representa una buena síntesis de todos los elementos que caracterizan el arte de Miró y sus diversos niveles expresivos: están la gracia del signo, la síntesis de los conceptos, el equilibrio y la pureza de los colores, que adquieren valor semántico, y el experimentalismo de la técnica pictórica. En las obras de los años sesenta volveremos a ver un mayor vigor cromático, que realza aún más el valor de esta obra por su carácter único. En parte mancha de colores, en parte cielo estrellado, en parte poesía, este óleo desprende una carga positiva, la misma que siempre hemos observado en el artísta, ya se trate de cuadros, esculturas y dibujos.