1812-1814
Óleo sobre lienzo, 45 x 72 cm Madrid, Real Academia de San Fernando

Francisco de Goya - Corrida de toros

El más español de los crueles espectáculos de la arena no podía estar ausente de la obra de Goya. En el contexto de los cuadritos de la Academia, la Corrida ilustra una arraigada tradición española en la que los opuestos elementos de elegancia y barbarie, vida y muerte, hombre y bestia, se hallan unidos en la pasión tan goyesca por las antinomias y los contrastes estridentes. La pincelada es cargada, terrosa, con algo de courbetiano en las corpóreas 1nanchas de los pardos y el cielo pesado de bochorno.

El pintor se ocupó a intervalos del tema: éste hizo su aparición en los cuadritos ejecutados durante la convalecencia de 1792 - 1793, época en la que ejecuta una serie con todas las fases de la corrida, descritas con inmisericordia de cronista: la selección de los toros, la captura de uno de ellos, la suerte de banderillas, la muerte del toro, la coronación del picador, el toro arrastrado por las mulillas, etcétera. Pero el ejercicio más articulado sobre el tema lo ofreció Goya, ya viejo, en su espléndida serie de litografías titulada Los toros de Burdeos, realizada en los últimos años de su vida, pasados en la ciudad francesa.

En la marca mórbida y manchada de la piedra Goya recorta fragmentos de inédito realismo por medio de encuadramientos de cerca, oblicuos o semicenitales, con desequilibrados escorzos de la plaza que hacen pensar en la aparente casualidad de los cortes espaciales de Degas.