1812-1819
Óleo sobre tabla, 46 x 73 cm Madrid, Real Academia de San Fernando

Francisco de Goya - Procesión de disciplinantes

En este caso la relación con la escena anterior es notablemente estrecha; se trata otra vez de una tradición religiosa: la procesión de flagelantes que, con el rostro tapado con un trapo y un capuchón cónico en la cabeza, se fustigan con disciplinas para hacer penitencia. Detrás de ellos, al estridente son de los cobres que soplan hombres enmascarados y vestidos de negro, portan en procesión las estatuas de la Virgen que reluce siniestramente comd un ídolo pagano y de Jesús crucificado, y después estandartes, cruces y linternas llevadas en vilo, bamboléandose sobre la multitud del cortejo, que discurre en oleadas por la calle. Fascinante y terrible es la perspectiva "en curva" adoptada por el pintor, con el bastidor de sombra a la izquierda, donde dos monjes de negro rezan arrodillados en el suelo, y la apertura del centro hacia la derecha y, en profundidad articulada, la sucesión de disciplinantes , que imponen su paso lacerado y trastabillante a la muchedumbre de fieles. Las linternas encendidas y el cielo azul oscuro, en el que aletean retazos de nubes sangrientas, parecen indicar la cercanía del crepúsculo; de este modo vemos avanzar la procesión no sólo hacia el horizonte sino también hacia la noche, hacia ese sueño de la razón que engendra monstruos. En un cuadro como éste Goya desvela todo el atraso y la sauvagerie a que se entrega España cuando apenas ha concluido el Siglo de las Luces.