Hacia 1800
Óleo sobre tela, 97 x 190 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya - La Maja desnuda

Auténtico elemento revolucionario de la pareja, La Maja desnuda retrata del natural a la probable amante del ministro Godoy, Pepita Tudó, recostada en pose idéntica a la Vestida de manera que, al compararlas, la ilusión se cargue de una duplicidad de sentido.

El rostro es afilado y sutil, con almendrados ojos sin maquillaje pero vivos y móviles por esa gota de luz que les confiere una mirada profunda; los cabellos son castaños, mórbidos y rizosos y juegan en ellos reflejos más claros: todas características ajenas a la muñeca vestida.

Es éste sin duda el retrato desconcertante y detallado de una mujer desnuda, tendida entre las sábanas desordenadas; comprendemos cómo jamás debería haber sido ocultado debajo de la imagen genérica de la Vestida. En el caso de las Majas, los papeles tradicionales se han invertido: la Vestida sí que es una imagen canónica, el prototipo de la maja, debidamente engalanada, compuesta y disfrazada, con un rostro convencional. La Desnuda, por el contrario, es el retrato de una mujer que posa sin pudor, acostada sobre una cama deshecha, sobre cojines de anchas franjas aplastadas, y está más que desnuda: está despojada, como demuestra la comparación con el lienzo gemelo. Esto vieron los jueces del tribunal de la Inquisición que exprimieron al pintor, esto sabían en la Real Academia de San Fernando, donde la tuvieron escondida hasta 1900, y esto, en fin, debieron de pensar también aquellos puritanos directores norteamericanos de Correos de los años treinta que, cuando el gobierno español reprodujo los cuadros en unos sellos conmemorativos, rechazaban las cartas franqueadas con la Desnuda.