1795
Óleo sobre lienzo, 194 x 130 cm Madrid, colección Alba Dedicado, firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo, simulando escritura en la arena

Francisco de Goya - María Cayetana de Silva, duquesa de Alba

En el transcurso del año 1795, el pintor, ya famoso retratista y director de pintura de la Real Academia de San Fernando, entra en relación con José Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y duque de Alba, que acapara sus servicios y le encarga su retrato y el de su esposa, con la cual tal vez a partir de ahora iniciaría el artista una relación clandestina. El verano siguiente, a la muerte del duque, Goya se reúne con la duquesa en la finca de Sanlúcar para, pasar allí algunos meses: la relación entre ambos, que no se trasluce nunca de manera explícita ni en la correspondencia de Goya ni en ningún otro documento, es no obstante confirmada por un álbum de dibujos (el denominado "Álbum A") que ejecuta durante su estancia en Sanlúcar y en cuyas hojas aparece la duquesa en actitud inequívoca. La célebre modelo, nacida en 1762 y casada en 1775 con el marqués de Villafranca, tenía treinta y tres años cuando Goya la retrató en este lienzo de aire inaccesible en el que la mujer se yergue como la propia imagen de España. En el fondo de pendientes peladas y caliginosas, ante un cielo plomizo que parece a punto de dejar caer una Comenta de verano sobre la tierra requemada, la figura de la duquesa se recorta arrogante con una masa de rizos negros prendidos con un lazo rojo, un collar de coral al cuello, un segundo y enorme lazo rojo en el pecho y una alta banda púrpura que le ciñe el talle sutil. Lleva un vestido blanco de línea escueta, casi minimal para el gusto de la época; en un brazo, pulseras de oro, mientras que el otro se extiende en un gesto imperioso que armoniza con la altiva severidad del rostro. Un temperamento con el cual precisamente Goya podía medirse.