1890
Óleo sobre lienzo, 94 x 74 cm París, Musée d'Orsay

Vincent van Gogh - La iglesia de Auvers

En los comienzos de su trayectoria artística, en 1884, cuando vivía con sus padres en Nuenen, Vincent hacía representado la iglesia del pueblo. El pequeño edificio, visto desde el ábside y con su esbelto campanario central, aparece ante un fondo de cielo y árboles, mientras un grupo de personajes sale de la misa dominical. La iglesia de Auvers, menos de un mes antes de la muerte del pintor, parece dialogar con la vieja obra, retornándola y transformándola, trazando un arco imaginario entre el comienzo y la conclusión de la fulminante evolución artística de Van Gogh. El edificio, asimismo de reducidas dimensiones, se sitúa en el espacio de manera análoga; también en este caso el pintor ha representado el ábside y dejado los muros en penumbra. Sólo se ven dos árboles a los lejos y la mole baja y poderosa de la iglesia se levanta, dominante, en el centro de la escena, ante un profundo cielo azul. También está ahora ausente la pequeña multitud: sólo una mujer, vista de espaldas, camina por la orilla de una de las dos calles que bordean la iglesita. La imagen posee una fuerza extraordinaria, pero deviene también símbolo de un aislamiento total. La construcción se alza ante nosotros desde un punto de vista un poco elevado, sus ventanas están en total oscuridad y la sombra del edificio se alarga sobre el prado; la única presencia humana del cuadro aparece de espaldas, excluyendo una posibilidad de participación del observador y las dos calles que parten del primer plano rodean la iglesia sin dar acceso a ella. Sin embargo, es sobre todo el cielo, oscuro y casi tempestuoso, hecho con pinceladas que giran sobre sí mismas, el que determina la atmósfera oscura de la obra, que parece oprimida por un posado silencio.Van Gogh había perdido ya todo acceso a lo divino, y también la fe en la pintura, que había sustituido a la religiosa, estaba a punto de apagarse.