1889
Óleo sobre lienzo, 73,7 x 92,1 cm Nueva York, The Museum of Modern Art. Mrs Lillie P. Bliss Fund. Digital Image © 2002 The Museum of Modern Art, Nueva York

Vincent van Gogh - Noche estrellada

En la segunda mitad de la década de 1880 Paul Gauguin y Émile Bernard estaban elaborando una pintura de contenido simbólico, fruto de la imaginación y no inspirada en un modelo real. En las numerosas discusiones que tuvo al respecto con sus dos amigos, Van Gogh sostenía que no quería crear "abstracciones" y buscar siempre el contacto directo con la realidad natural. Admitía, sin embargo, que se hallaba en gran dificultad, pues quería representar el cielo nocturno. Como no se resignaba a la idea de reproducir en el estudio algo que no tenía delante de la vista, el artista ideó un sistema tan extravagante como ingenioso: fijó velas encendidas en su sombrero y pintó así la primera vista nocturna al aire libre de la historia.

Aun habiendo trabajado del natural, el resultado es cualquier cosa menos realista. La poderosa imaginación de Vincent transformó la vista nocturna en una especie de acontecimiento cósmico: el cielo parece iluminado por multitud de cometas que giran vertiginosamente, creando una serie de remolinos de luz, y el pueblo de Arles queda sumergido en una atmósfera sobrenatural.

El cuadro, vigoroso y vibrante, está cuidadosamente construido y la apariencia impetuosa es sorpendentemente sometida por una sólida composición. La línea diagonal de las montañas, subrayada por una serie de ondulaciones amarillas, como si la vía láctea hubiese descendido sobre el horizonte, cruza el lienzo a lo largo. Las pinceladas redondas o espirales que forman los astros reaparecen en los árboles diseminados entre las casas, mientras que el largo tejado en punta del campanario rima con la forma del solitario ciprés, cuya silueta oscura, viva, cierra la escena en primer plano. Vincent se sentía especialmente fascinado por estos árboles y se sorprendía de que no estuvieran "hechos como yo los veo. El ciprés es [...] como un obelisco gigante" (carta a Theo 434, 26 de junio de 1889).