1889
Óleo sobre lienzo, 60 x 49 cm Londres, Courtauld Institute Gallery

Vincent van Gogh - Autorretrato con la oreja vendada

Después del trágico episodio de la autoamputación de la oreja, Vincent, en lugar de hacerse curar, se quedó encerrado en su habitación. Una vez recuperado tras dos semanas de hospital, pintó en varios lienzos su autorretrato con la oreja vendada. La versión londinense se basa en un acorde de colores fríos. Vincent se ha representado evitando la frontalidad y poniendo el acento en el conspicuo vendaje. Su mirada, en un momento de notable abatimiento, rehúye el contacto directo con el espectador. La pincelada se deshace en pequeños trazos de dirección vertical, y es interesante observar, aunque Vincent no se remite a tales teorías, que precisamente en esa época histórica la tratadística científica estaba estudiando la expresión figurativa de los estados de ánimo, asociando a las líneas verticales la sensación de tristeza.

Hace de fondo de la figura una pared pintada de verde, ante la cual son visibles la parte vertical de un caballete al cual está fijado un lienzo apenas abocetado, y una de sus estampas japonesas, que el artista había empezado a coleccionar en Auvers y que en el período de Arles eran una de sus principales fuentes de inspiración.

En este cuadro, el artista está caso irreconocible. Tiene el rostro demacrado y la pincelada traza una línea accidentada, como si se detuviese a seguir cada hueso. La chaqueta abrochada y el gorro contribuyen a dar a la imagen un aspecto cerrado, introduciendo un elemento de distancia entre la figura y el ambiente que la rodea. Van Gogh hablaba con serenidad de las condiciones en que estaba, dándose cuenta de que infundía miedo a la gente. Llegaba incluso a bromear: aludiendo a los proyectos de Gauguin de un nuevo viaje exótico, escribía a Theo que era "demasiado viejo y (sobre todo si hiciera que me pusieran una oreja de cartón piedra) estaba demasiado apergaminado para ir" (carta a Theo 574, 28 de enero de 1889).