1888
Óleo sobre lienzo,

93 x 73,5 cm

Londres, National Gallery

Vincent van Gogh - La silla de Van Gogh

Esta pintura nació junto con otra que representa la Silla de Gauguin durante la estancia de este último en Arles, cuando la idea del "estudio del sur" parecía realizable. Antes de trasladarse a a Provenza, Gauguin había trabajado con Émile Bernard en PontAven, en Bretaña, donde los dos colegas se habían retratado mutuamente. Van Gogh, en vez de representar a su amigo, optó por mostrar "su sitio vacío", haciendo después otro tanto consigo mismo. Le había sugerido la idea el recuerdo de una obra que se le había quedado grabada del inglés Luke Fildes, quien había reproducido como epitafio figurativo la silla que se había quedado vacía a la muerte de Charles Dickens, escritor muy amado por Van Gogh.

Vincent escogió para la suya un colorido luminoso y delicado, centrado en tres tonos, el anaranjado de las baldosas del pavimento, el amarillo de la silla y el turquesa de las paredes. Se trata de un acorde análogo en tono al que Van Gogh había utilizado para representar, pocos meses antes, su habitación. La silla, colocada en diagonal, se ve en primer plano, como si fuese un retrato a todos los efectos.

Aun en apariencia tan desnudo, el espacio está fuertemente caracterizado por dos objetos que sustituyen al artista en su ausencia: la inseparable pipa con el tabaco, que se han dejado bien a la vista, y en una cesta que está en el suelo varios girasoles, que en aquella época constituían uno de los temas favoritos de Van Gogh. Debajo de ellos, no de manera casual, resalta la firma del pintor, que se compone como de costumbre, sólo del nombre de pila. El cuadro queda de este modo lleno de la presencia de su autor y como en el caso de la Habitación, trasmite una impresión de gran serenidad. Vincent atravesaba una época de relativa alegría, aunque pasado poco tiempo la situación llegaría al trágico epílogo de la oreja cortada, que determinaría el hundimiento de sus sueño de una vida artística compartida.