1884
Óleo sobre lienzo,
64 x 80 cm
Otterlo, Króller-Müller Museum

Vincent van Gogh - Tejedores en el telar

En 1880, Van Gogh, en el colmo de la desilusión por la conclusión de su carrera de predicador, recorrió a pie casi setenta kilómetros para ir a Courriéres, en la frontera entre Bélgica y Francia, para conocer al pintor Jules Breton, uno de los paisajistas de Barbizon, particularmente admirado por él. Desanimado por el aspecto ordenado y burgués de la casa del artista, renunció a conocerlo, pero su viaje tuvo un resultado inesperado. En el pueblo vio multitud de tejedores y le impresionó la relación entre las grandes máquinas y los hombres que trabajaban. De estas primeras observaciones se derivaría, al cabo de varios años, una larga serie de dibujos y pinturas. Tras una época en La Haya, donde había representado la pobre vida de los obreros y la miseria de los suburbios en los que vivían, se trasladó a Nuenen, a casa de sus padres, y empezó a dedicarse asiduamente a las figuras de campesinos y precisamente de tejedores. En una carta a su hermano expresó la fascinación que experi-mentaba al ver su trabajo: "Estos telares [...] son cosas espléndidas, toda esa madera de encina ante un muro grisáceo [...] Los he visto tejer por la tarde a la luz de una lámpara, que crea unos efectos que recuerdan a Rembrandt" (carta a Theo 367, finales de abril de 1884). Aunque el lienzo que nos ocupa esté iluminado por la luz del día, se percibe que se ha tenido presente al gran pintor holandés del siglo XVII en el acorde cromático de amarillo y marrón y en los efectos de sombra que se insinúan en las diferentes partes de la maquinaria. Ésta no posee, en la visión de Vincent, el acostumbrado valor negativo, de alienación en el trabajo. El artista ve, por el contrario, un significado positivo en el connubio productivo entre hombre y máquina, mutuamente necesarios, hasta el punto de que el tejedor, relegado al fondo del cuadro, tiene un papel menor y el verdadero protagonista es el propio telar.