1901
Oleo sobre lienzo,
82 x 66 cm
Moscú, Museo Pushkin

Pablo Picasso - Retrato de Jaime Sabartés

Jaime Sabartés había llegado a París hacia el final del otoño, unos seis meses después que Picasso. Cuando subió por primera vez al estudio de éste, en el Boulevard de Clichy, se sintió asombrado ante el profundo cambio que había experimentado la obra de su amigo: un estilo ya alejado de los trabajos ejecutados en España. Cuando Picasso le preguntó qué le parecía, le contestó: “Me acostumbraré”.

El propio Sabartés contó cómo fueron pintados sus dos retratos durante esta estancia en París. Picasso había observado, sin ser visto, a su amigo sentado a una mesita en un café. Posteriormente, el artista pintó en su estudio la imagen de su amigo que había estudiado. El retrato fue comprado después por el rico coleccionista moscovita Serguiei Schukin.

Sabartés, que se convertiría en uno de los biógrafos más importantes del pintor, escribió acerca del cuadro en Picasso, retratos y recuerdos: “Me asombra el verme tal como él me ha sorprendido, en un fugaz momento de mi paso por la vida. Me veo, me miro en la tela, y comprendo lo que yo mismo he sugerido a la inquieta observación de mi amigo: el espectro de mi soledad, vista desde el exterior [...] Es grande mi impresión al verme en este maravilloso espejo azul: es como si un inmenso lago retuviera algo de mí, porque ahí veo mi reflejo”.