1900
Pastel sobre papel,
53 x 56 cm
Moscú, Museo Pushkin

Pablo Picasso - La cita

A caballo entre los dos siglos, Picasso se encuentra en la capital francesa y a sus ojos todo parece un material potencial para experimentar con nuevas maneras de pintar. Escenas de vida nocturna, solitarios clientes de los cafés parisienses y lugares de reunión bohemios son los temas favoritos del artista.

La obra titulada La cita se convierte así en un pretexto para experimentar con nuevas composiciones y estilos. El pintor se orienta en ella hacia un patetismo creado por los fuertes contrastes cromáticos, entre los cuales destaca el del rojo de la falda sobre el negro del hombre y el de éste sobre el marfil del lecho. Los trazos negros y marcados que esquematizan las siluetas de las dos figuras, de formas sinuosas y onduladas, se asemejan a los utilizados por el noruego Edvard Munch. Es probable que Picasso tuviera ocasión de conocer al extraordinario artista a través de una litografía importada por uno de los amigos modernistas que frecuentaban el café barcelonés Els Quatre Gats. Era éste un local en el que algunos intelectuales catalanes se reunían y organizaban muestras colectivas y donde, de regreso de sus viajes europeos, se comparaban, valiéndose de litografías y dibujos, con las nuevas tendencias artísticas extranjeras.

La obra se tiñe de colores vibrantes que proceden del estudio del arte francés y de la comparación con él; dicho arte prefiere, a la definición lineal de las figuras, los fuertes contrastes que mejor traduzcan los sentimientos intensos y patéticos.

La pequeña habitación de techo abuhardillado y mobiliario sobrio y pobre (casi una chambre de bonne [habitación de la sirvienta]) hace la escena íntima y privada. De los dos amantes no se sabe nada: Picasso no nos deja ver sus rostros, que se pierden en un estrecho abrazo, excluyendo así totalmente de la composición al espectador.