1937
Óleo sobre lienzo, 92 x 65 cm París, Musée National Picasso

Picasso - Retrato de Dora Maar

Durante el verano de 1936, Picasso se estableció en la Costa Azul, en las proximidades de Mougins, un pueblo al lado de Cannes. En su estancia estival frecuentó a diversos amigos, entre ellos el poeta Éluard, quien le presentó a Dora Maar. La joven y bella fotógrafa, hija de un arquitecto yugoeslavo, pasó unos días con Picasso y se convirtió en su amante.

Picasso empezó a retratarla en el otoño de ese año, en una serie de cuadros que se alternan con los de MaríeThérése. Las dos mujeres son muy distintas: Dora es morena, elegante y sofisticada, mientras que MarieThérése es rubia, fresca y desenvuelta.

La fotógrafa aparece aquí sentada. Lleva una blusa negra adornada con bordados fastuosos, con una falda roja a cuadros. La elegancia de Dora es subrayada por la atención que la mujer se presta a sí misma y a su cuerpo: las manos, de largas uñas esmaltadas, juegan con el cabello y el pendiente.

El rostro es representado de frente y perfil, al igual que los ojos, de mirada viva gracias a la elección de colores intensos. La carnación luminosa de la modelo se traduce, por el contrario, en tonos pastel originados en la fusión de aquéllos e iluminados por un amarillo canario y por el colorete. Las formas puntiagudas de las uñas y el codo, la vestimenta rebuscada y los colores vivos hacen destacar el temperamento fuerte e independiente de la mujer.