1925
Óleo sobre lienzo, 130,5 x 97,7 cm París, Musée National Picasso

Picasso - El beso

En estos años, Picasso no vaciló en tomarse extremas libertades con la figura humana; con todo, los cuerpos siguen siendo siempre reconocibles aun con sus deformaciones. Hay en este cuadro, como en el Arlequín de 1927 o en el Busto de mujer con autorretrato de 1929, y sobre todo en el desgarrador Gran desnudo con sillón rojo, una violencia y un dinamismo, no sólo en la composición sino también en la elección de los colores, hasta entonces desconocida en la produccíón picassiana.

El deseo de transgredir tanto los tabúes dictados por la época como las reglas canónicas de la pintura parece ser el mismo, aunque de forma más agresiva, que lo había guiado en la realización de las Señoritas de Aviñón.

El cuadro representa el abrazo apasionado de una pareja en la cual logramos distinguir a duras penas, en la intrincada maraña de formas, al hombre y a la mujer. El hombre, a la izquierda, estrecha, casi anulándola, a su compañera, que echa la cabeza hacia atrás.

Una sola boca los une; ella parece fundirse con el hombre, que la levanta del suelo. El título de la obra fue confuso durante mucho tiempo (En la playa o Mujer sentada); lo que está claro es el sentido evidentemente sexual de todo el cuadro. La nariz recuerda explícitamente el sexo masculino y la boca el femenino. Picasso, en esos años, puso en práctica según parece la frase de Breton: "La belleza será convulsa o no será", a lo cual el artista respondió: "El arte nunca es casto".