1917
Óleo sobre lienzo, 116 x 90 cm Barcelona, Museu Picasso

Picasso - Arlequín

Durante los cinco meses pasados en Cataluña en 1917, Picasso frecuentó el ambiente artístico de Barcelona; escritores, artistas, dramaturgos y músicos dieron una gran fiesta en su honor. En aquellos años se desarrollaba en la capital catalana una nueva corriente artística llamada Noucentisme, que se proponía recuperar y promover los valores clásicos tanto en el arte como en la literatura. Todo ello constituyó un incentivo para seguir la dirección ya emprendida con la realización de los decorados del ballet Parade. Este nuevo rumbo artístico influyó en la realización del Arlequín, que, como el Retrato de Olga, es una figura idealizada y romántica, meditabunda y sumergida en su mundo privado. El cortinaje rojo, la balaustrada y los colores pastel del traje son los mismos que vemos en el telón de Parade. Además, los tonos claros, llenos de luz y transparencia, son muy similares a los utilizados por uno de los pintores más importantes del movimiento noucentiste, Joaquim Sunyer. También el viaje a Italia y el estudio de los manieristas, como Bronzino y Pontorno, de los que le encantaba la manera de representar los trajes elegantes y preciosos y de retratar a jóvenes seductores, influyó a Picasso en la realización de este arlequín soñador y etéreo.