1923-1924
Oleo sobre lienzo,
65 x 100 cm
Nueva York, The Museum of Modern Art
© 2004, Digital image, The Museum of Modern Art, Nueva York / Scala, Florencia

Miró - Paisaje catalán (El cazador)

Es en el camino abierto por Tierra arada donde se sitúa este cuadro, que se aleja aún más de toda forma de realidad. El minucioso modo en que Miró observa el elemento real ha pasado al mundo de los signos y los símbolos. El artista traduce el estudio de la naturaleza en un sistema que se encomienda a formas y colores y cuya interpretación varía según la lectura del observador. En este caso, del cazador no ha quedado más que la pipa, el resto no son más que líneas, pero la intención de Miró no es explicar, sino partir en un vuelo que sólo una vez terminado el cuadro sabrá adonde lo conducirá.

Así, sus paisajes se convierten en evasión, una evasión que tiene lugar en el seno de la naturaleza misma. “Todo el cuerpo tiene ojos -afirmará-; por lo tanto, lo que se muestra lo no es lo que ve el ojo, sino lo que ve la piel”.

Aunque los elementos de estas obras parecen dipuestos al azar en la superficie pictórica, en realidad brotan de imágenes sugeridas por el inconsciente y de impulsos asociativos, pero están realizadas con gran atención y estudio. Sea como fuere, para Miró no es necesario establecer asociaciones para comunicar algo que llega a ser de universal comprensión, para comunicar el calor de la tierra, madre por excelencia y símbolo de la fertilidad.

El cuadro, en su conjunto, es un nuevo himno a Cataluña; cielo y tierra tienen connotaciones de cálidos paisajes mediterráneos bañados de la luz y reproducidos en tonos amarillos.