1974
Acrílico sobre lienzo, 61,5 x50 cm Barcelona, Fundació Joan Miró

Miró - Cabeza

Ante un fondo de color apagado, aplicado con la agresividad de un gesto impulsivo, Miró coloca la gran cabeza de una figura que parece amenazar con su mirada a quien la observa. Casi todo el cuadro está ocupado por este rostro totalmente negro, oscurísimo, con un ojo que mira como de través al espectador. Un ojo rojo en forma de gota con una gran pupila negra y un fulgor de un rojo más intenso que lo hace brillar con una luz un tanto maligna. Que no pertenece a un personaje de un cuento se deduce también del dedo con una gran uña que se ve en la mano que asoma en el ángulo, sobre la cabeza. Se diría que es una especie de demonio. ¿Quería acaso Miró convencer a sus contemporáneos de que estaban equivocados con él, que era capaz de hacer otras cosas aparte de las figuras con alas de pájaro y personajes semejantes a los que dibujan los niños? Sin duda es un intento provocador. Esta figura parece personificar el desafío del artista hacia quienes han infravalorado la energía que impulsa su pintura. Con método y disciplina, Miró luchó por renovarse durante toda su vida sin traicionar nunca a su estilo, cuyas múltiples facetas supo cultivar con empeño y determinación. Vital y nunca repetitivo, siempre estuvo en cada obra que pintó: el personaje que grita, para la guerra civil; estrella en el cielo de sus constelaciones; quizá un tanto rebelde y profanador en las obras de su madurez, cuando da a su pintura una imprevista sacudida. Sin duda, el cartel ferroviario colgado delante de su estudio decía la verdad: "Este tren no efectúa paradas".