1953
Óleo sobre lienzo, 195 x 378 cm Nueva York, Solomon R. Guggenheim Museum

Miró - Mural

Con esta obra, Miró intenta más que nunca huir del código estilístico por el cual son conocidos ahora todos su trabajos y que corre el riesgo de aprisionarlo en módulos estilísticos en los cuales él mismo no se reconoce. El artista es ya famoso y apreciado; la extensa comercialización de su obra se debe en parte a los innumerables carteles, litografía y aguafuertes que ejecuta en estos años. Infatigable investigador de nuevos medios expresivos, Miró buscará vías alternativas para liberarse de un traje demasiado estrecho que proporciona a los espectadores de inteligencia perezosa la excusa para no comprender su verdadera identidad. Ante un fondo manchado, el artista coloca unas anchas bandas negras que encierran zonas de color casi desbordantes por su exuberancia cromática. Una serle de círculos y puntitos, que aparecen por primera vez en las obras de estos años, completan el modelado de las tres extravagantes figuras protagonistas del mural. Otros elementos decorativos enriquecen el conjunto, que resulta quizá, en parte por el formato alargado y las grandes dimensiones del cuadro, áspero y menos refinado que los anteriores.