1940
Temple sobre papel, 38 x 46 cm Nueva York, colección particular

Miró - La escalera de la fuga (De la serie de las Constelaciones)

Los años en torno a 1936 marcaron profundamente la trayectoria artística de Miró; se puede decir que la guerra pasó por él desgarrándolo y dejándole una inquietud que después de los primeros momentos de perturbación, se transformó en una lenguaje poético y sorprendente, una especie de diálogo con el cielo a la escucha, bien expresado en las Constelaciones y en las obras que seguirán de ahora en adelante. Dirá el propio artista: "Sentía un profundo deseo de evasión. Me encerraba libremente en mí mismo. La noche, la música y las estrellas empezaron a tener un papel cada vez más importante en mis cuadros". En esta danza, Miró se acota un oasis de felicidad al margen del tormento y la desesperación que lo habían visto producir obras de "realismo trágico" en los primeros años después de estallar la guerra (1937). El proyecto expresivo de esta serie es aún más grandioso si pensamos que se debe a un artista de índole tan reservada; contiene la armonía discreta que es típica suya y al mismo tiempo la efervescencia que se convierte en su válvula de escape. El instrumento es la pintura y es pintar una escalera por la cual sube cuando quiere y que lo lleva a la infinitud del cielo. Son éstos los elementos que caracterizan esta obra y reaparecen en los 23 cuadros de la serie. Realizados en el plazo de un año, tienen como denominador común la musicalidad, una musicalidad que hace correr los signos sobre el soporte de lienzo, ocultando todo el articulado proceso de preparación, el trabajo metódico y paciente que está detrás. Las formas sugeridas recuerdan otras, en la búsqueda de un equilibrio que al final resulta perfecto.