Años 1821-1823
Óleo sobre pared, trasladado a lienzo, 146 x 83 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya - Saturno devorando a un hijo

Obra capital de la historia del arte figurativo europeo y ante el cual parecen que sobran las palabras, se trata de una de las Pinturas negras ejecutadas en los muros de la pieza del piso bajo, en la Quinta del Sordo. Recibiría la luz de una ventana situada justo a su izquierda, como indica la dirección de la luz rasante en la cual el dios caníbal se desprende de la oscuridad del fondo.

Los romanos identificaban a Saturno, su antigua divinidad agrícola, con el dios griego Cronos, hijo de Urano (el Cielo) y de Gea (la Madre Tierra), que tras expulsar a su padre se hizo dueño del mundo. Se casó con Rea y tuvo numerosos hijos, pero Gea le predijo que uno de ellos le arrebataría el poder y los devoró a todos salvo a Júpiter, a quien Rea logró poner a salvo en Creta, donde creció alimentándose con la leche de la cabra Amaltea; cuando estuvo preparado, se enfrentó con su padre y lo destronó, convirtiéndose en señor de todos los dioses.

Si en efecto, como se cree, las pinturas de la planta baja tienen en común unas referencias saturnales, ésta es la reina de las Pinturas negras y la Quinta del Sordo puede entenderse como la Quinta de Saturno. Dejando de lado las interpretaciones que explican esta pintura como una alegoría del Santo Oficio o del poder absolutista de Fernando VII, nos limitamos a subrayar la fundamental importacia iconográfica y estilística de este mural no sólo en el ámbito de las Pinturas negras (cuya fase más extrema y cumplida representa), sino en el de toda la obra de Goya, del cual se ha convertido en un icono universalmente conocido. A su fama contribuye en gran medida el exasperado impacto emocional de la escena, pero no es menos sorprendente el nivel de "informalidad" al que llega el artista en las cuatro pinceladas con las que traza los cuatro morenos miembros del dios, mutilados por la oscuridad.