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Óleo sobre pared, trasladado a lienzo, 140 x 438 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya - El aquelarre

Es una de las Pinturas negras de la pieza del piso bo, en la Quinta del Sordo. No mencionaremos las interpretaciones de tema tan misterioso: digamos que en las pinturas de la planta baja hay, amén de una homogeneidad de tonalidades pardonegras, un posible denominador común temático ligado a la figura de Saturno, símbolo de la vejez y la melancolía, de la magia y la destrucción. Por ello, el macho cabrío podría aludir al signo zodiacal de Capricornio, que está bajo la influencia de Saturno. Sin duda la representación de la muchedumbre deshumanizada terna predilecto y descubrimiento sociopsicoanalítico de Goya alcanza aquí y en La Romería de San Isidro el máximo furor expresivo. La relación con la tela homóloga pintada en 1798 para el despacho de la duquesa de Osuna destaca el cambio de registro, que entonces era cómico, sazonado de sabrosas invencione horripilantes, y ahora desemboca en el talante trágico de esta larga tira de tinieblas y abismo. En la tonalidad completamente negra del mu ral se encienden, como si crepitaran, los blancos ojos de los magos de largos cabellos, de las brujas de rostros deformes, apiñadas en semicírculd, ante la figura demoníaca que apostrofa a la turba, sacudida por una agitación febril. La figura femenina apartada, elegantemente vestida y sin rostro, ha llamado la atención de los estudiosos, que han planteado la hipótesis de que Goya hubiera ocultado en ella a su joven compañera Leocadia, impasible espectadora de sus íncubos.