Año hacia 1800
Óleo sobre lienzo, 95 x 190 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Cuadro de Goya La Maja vestida

El 16 de marzo de 1815, la Cámara Secreta de la Inquisición ordenaba: "Que se llame a comparecer ante este tribunal al llamado Goya para que reconozca y diga si son obra suya, con qué motivo las hizo, por encargo de quién y qué fines se proponía". Las dos Majas habían salido a la luz entre los bienes confiscados al ex ministro Godoy, pero falta el documento del encargo y no sabemos cuáles fueron las respuestas que dio Goya al tribunal de la Inquisición.

Esta laguna ha inducido a creer que las pinturas representan a la duquesa de Alba, una fantasía romántica totalmente infundada desde el momento en que no hay semejanza en la fisonomía ni hay noticia de que los cuadros le hayan pertenecido; sin embargo, la persistencia de esta hipótesis fue tal que en 1945 incitó al duque de Alba a hacer exhumar los restos de su antepasada para disipar definitivamente la sospecha. Es muy probable, por el contrario, que las dos Majas fueran encargo de Godoy, seguramente en forma de díptico de modo que la vestida tapase a la desnuda y, al levantarse (quizá por actuación de un mecanismo oculto en el espesor del marco), mostrara la versión sin velos. Estaban en posesión del ministro ya en el año 1800, cuando se cita a la Desnuda en la visita de un académico a la colección de pintura de Godoy, conservada en su "gabinete reservado" junto con la Venus del espejo de Velázquez, otra venus italiana del XVI y una copia de la Venus de Tiziano.

La Maja vestida no retrata a ninguna mujer en particular, sino que es la imagen de un traje: con su vestido de talle alto, que realza la rotundidad de los costados, la cintura estrecha y el seno abundante y la españolísima mantilla de encajes negros echada sobre los hombros, figura un tipo pintoresco de mujer exuberante y sin reservas. Pero es una máscara: el tono de la piel no es natural, blanqueado y encendido por las chapetas rosadas de las mejillas, los ojos pintados con bistre, la fisonomía redondeada y coquetuela hacen de ella una venus prosaica, una muñeca humana.