1797-1798
Óleo sobre lienzo, 42 x 32 cm. Londres, National Gallery

Francisco de Goya - La lámpara del diablo

Se trata también en este caso de uno de los "asuntos de brujas" para la Alameda. El tema está tomado de un drama de Antonio Zamora muy popular en la época de Goya y titulado El hechizado por fuerza. Don Claudio, sacerdote supersticioso, cree ser víctima de un maleficio y para seguir viviendo tiene que mantener siempre encendida la lámpara del diablo. En el fragmento de página visible en primerísimo plano se lee "LAM/DESCO" , que es el inicio del primer verso de la fórmula recitada por el cura: "Lámpara descomunal/cuyo reflejo civil/me va a moco de candil/chupando el óleo vital [...] " . El humor negro y la sátira de Goya contra las supersticiones populares serían sin duda especialmente del agrado de la duquesa de Osuna, para cuyo despacho se realizaron estas obras. La residencia de la Alameda era de hecho conocida por el sobrenombre de "El Capricho", y los asuntos de brujas darían tema a las cultas conversaciones de los literatos y nobles que fuesen a visitar a los Osuna, evidentemente capaces de entender las citas teatrales y los dobles sentidos ocultos en los cuadros. Goya no era un visionario impulsivo, sino que en la construcción de un código figurativo demoníaco y ultraterreno contaba con la guía e instrucción_de refinados pensadores de la Ilustración tardía.

El aterrorizado protagonista de la escena es el sacerdote de negra sotana, que aventura el paso y se estira para verter el aceite en la lámpara, presentada con prontitud por el demonio con una obsequiosa inclinación, animalesca y servil, mientras en el fondo se dejan ver unos asnos gigantescos que bailan derechos sobre las patas traseras. Contribuyen a acentuar la sensación inquietante el espacio incierto, la luz titilante y el lomo del libro en primerísimo plano, inclinada como una lápida torcida.