1786-1787
Óleo sobre lienzo, 275 x 190 cm Madrid, Museo Nacional del Prado

Francisco de Goya - El otoño o La vendimia

Forma parte de la misma serie que la anterior, de la que constituye el tercer elemento, y tenía como finalidad un tapiz para el comedor del rey Carlos III en el Pardo. Representa el otoño pero, como en el caso de la primavera, el tema se trata con tal desenvoltura iconográfica que ha llevado a darle habitualmente el título de La vendimia, relacionado con la presencia, en el plano intermedio, de vendimidores trabajando en las viñas. Sentado sobre su capa, un aristó, crata de modales y traje de majo ofrece a una mujer un racimo de uva negra que un niño trata de coger; detrás de ellos se yergue una campesina con una cesta llena de uvas sobre la cabeza. Más allá del plano medio, las montañas que se elevan rápidamente en el fondo recuerdan la sierra madrileña. El murete en el que están sentadas las figuras principales delimita el primer plano, situado en un nivel más alto que el segundo, en el cual se abren las ringleras de vides. Las manos del terceto se encuentran y se alzan en correspondencia con el elemento vertical de la campesina, la cual se recorta ante el fondo en una pose llena de gracia y orgullo. Este lienzo es una de las obras maestras de la juventud de Goya: tiene una tonalidad saturada, el amarillo dorado del septiembre castellano se difunde amalgamando todos los demás colores; el aire se funde con los reflejos radiantes del sol y tiñe con ellos toda la escena. En el cielo azul claro, casi blanco, la nube amarilla abre sus contornos, que viran al rosa, mientras en la lejanía el verde de las viñas se torna plateado y después se evapora en una neblina que se espesa al pie de las montañas. Es refinadísmo el diálogo cromático de las prendas que visten los protagonistas: desde los tonos pastel verderosa del niño (que en su pose simétrica, con la cabecita encuadrada por el cuello del traje, parece un Pierrot de Watteau), hasta el amarilloanaranjado del majo y el "negro ciruela" (Roberto Longhi) de la joven sentada, cuyo vestido brilla como cubierto de polvillo de oro otoñal.